Por AICA.  El Santo Padre Francisco presidió hoy, como cada miércoles, la audiencia general en el Aula Pablo VI y continuó su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes. Hoy se detuvo “en el vicio de la gula”.

El Papa recordó el primer milagro de Jesús en las bodas de Caná donde revela su simpatía por las alegrías humanas: “Se preocupa de que la fiesta termine bien y regala a los novios una gran cantidad de buen vino”. “Su comportamiento suscita escándalo, porque no sólo es benévolo con los pecadores, sino que incluso come con ellos; y este gesto demostraba su voluntad de comulgar con personas a las que todos rechazaban”, afirmó el Santo Padre.

Otro aspecto importante que señaló el pontífice es que Jesús hace “caer la distinción entre alimentos puros e impuros, que era una de las piedras angulares de algunas culturas del mundo antiguo”. “Por eso el cristianismo no contempla los alimentos impuros. Pero la atención que debemos tener es aquella interior: por tanto, no respecto al alimento en sí, sino respecto a nuestra relación con él”, subrayó.

Esta relación que Jesús estableció con respecto a la comida debería, para Francisco, “ser redescubierta y valorada, sobre todo en las sociedades supuestamente de bienestar, donde se manifiestan tantos desequilibrios y patologías. Se come demasiado, o demasiado poco. A menudo se come en soledad. Se extienden los trastornos alimentarios: anorexia, bulimia, obesidad… Y la medicina y la psicología intentan atajar la mala relación con la comida”.

 

«El vicio más peligroso que está acabando con el planeta»
Unas enfermedades muy dolorosas que muchas veces están relacionadas “con tormentas de la psique y del alma”: “La comida es la manifestación de algo interior: la predisposición al equilibrio o a la desmesura; la capacidad de dar gracias o la arrogante pretensión de autonomía; la empatía de quien sabe compartir la comida con los necesitados, o el egoísmo de quien lo acumula todo para sí mismo”.

Leyéndolo desde un punto de vista social, para Francisco la gula “es quizá el vicio más peligroso que está acabando con el planeta”: “El pecado de quien cede ante un trozo de pastel, después de todo, no causa gran daño, pero la voracidad con la que nos hemos desatado, desde hace unos siglos, hacia los bienes del planeta, está comprometiendo el futuro de todos. Nos hemos abalanzado, sobre todo, para hacernos dueños de todo, cuando todo había sido consignado a nuestra custodia”.

“Estábamos hechos para ser hombres y mujeres «eucarísticos», capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y en cambio nos convertimos en depredadores, y ahora nos estamos dando cuenta de que esta forma de «gula» nos hizo mucho daño a nosotros y al medio ambiente en el que vivimos. Dejemos que el Evangelio nos cure de la gula personal y de la gula social”, pidió el Santo Padre al final de su catequesis.