Evangelio (Mc 6,30-34)
En aquel tiempo, reunidos los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y les dice:
— Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco.
Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían tiempo para comer. Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Pero los vieron marchar, y muchos los reconocieron. Y desde todas las ciudades, salieron deprisa hacia allí por tierra y llegaron antes que ellos. Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella, porque estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Comentario al Evangelio
Los apóstoles vuelven de la misión encomendada por el Señor. Después de unas semanas predicando y curando a los enfermos, podemos imaginar con qué entusiasmo le contarían al Maestro los frutos abundantes de su trabajo. En otra ocasión, san Lucas nos dice que los discípulos enviados por Jesús “volvieron llenos de alegría” (Lc 10,17).
Es una experiencia en la vida de los cristianos de todos los tiempos: contemplar las maravillas, a veces escondidas, que Dios cumple a través de esos pobres instrumentos que somos.
Jesús estaría contento de escuchar a los apóstoles contar sus aventuras por las ciudades y los pueblos de Palestina y, al verlos cansados, les propuso ir a descansar un poco.
Seguramente este descanso, que no fue el único durante esos años, consistiría en un plan concreto: un paseo o una comida especial, tal vez con un buen vino. Pero sobre todo se trataba de estar a solas con el Señor, una tertulia con Él.
Cuenta el evangelio de Lucas que un día Jesús “estaba haciendo oración a solas, y se encontraban con él los discípulos” (Lc 9,18). Es una frase curiosa porque nos muestra al Señor en una soledad compartida. Para los que buscan vivir en la presencia de Dios no existe la completa soledad, porque siempre estamos con Él. “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
Y esto nos recuerda que el verdadero descanso, necesario y a veces indispensable, no puede ser egoísta ni solitario, porque siempre es una relación, con Dios y con los demás.
Llegados al destino de este momento de descanso con sus apóstoles, Jesús se encuentra otra vez con la multitud que le seguía constantemente, “se llenó de compasión por ella” y se puso a enseñarles muchas cosas.