Desde las 11 horas de este miércoles santo, se llevó a cabo en el templo de las Iglesia Catedral Santuario Inmaculada Concepción de Villa María, la misa crismal presidida por monseñor Samuel Jofre Giraudo, junto al pleno de presbíteros de la diócesis. En su homilía, el obispo villamariense centro su mirada en Jesús y su pueblo, bajo el contexto del evangelio del día, indicando una serie de reflexiones acorde a la celebración.
Se debe señalar que la misa crismal, presidida por el obispo y concelebrada con los sacerdotes de la diócesis, es la celebración en la que se consagra el Santo Crisma (de aquí el nombre de misa crismal); y bendice además los restantes óleos o aceites (para los enfermos y los que se van a bautizar). La consagración del crisma y la bendición de los otros dos aceites ha de ser considerada como una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo.
Así pues, el Santo Crisma, es decir, el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, se nos da junto con sus carismas el día de nuestro bautizo y de nuestra confirmación y en la ordenación de los sacerdotes y obispos. El obispo Samuel dijo a los presentes, «volvemos al cenáculo cuando nació nuestro sacerdocio, cuando Jesús en la última cena, ordeno sacerdotes a sus doce apóstoles. Es una ocasión preciosa para dar gracias a Dios por nuestra vocación».
En otro pasaje de la homilía, monseñor Jofré dijo que Nazareth es la primera escuela sacerdotal, donde se prodiga una vida de Fe, esencialmente. «Jesús viene a sanar los corazones heridos y nosotros también, nuestra vocación y misión podría resumirse por amor a Dios, amar a sus ovejas».
El obispo villamariense destacó en su reflexión que: «En Nazareth se vive un trabajo silente y en oración. Apacentar el rebaño de Cristo se centra en el trabajo a las vocaciones, cuidarlas con delicadez y formarlas adecuadamente animando que con la gracia de Dios se pueda caminar toda la vida, una vida fecunda, alegre y plena. Recemos nosotros y enseñemos a rezar a nuestros fieles a pedir más sacerdotes. Debemos enseñar y transmitir a nuestro pueblo que le pidamos al dueño de los sembrados que envíe más trabajadores para la cosecha. Esa oración no quedará nunca desatendida».
También, monseñor Samuel resaltó el trabajo que debe realizarse pastoralmente con los jóvenes. «Nosotros tenemos que ayudar al encuentro personal con Jesús de los jóvenes, porque es posible y vale la pena también en nuestro tiempo. No temamos, con la gracia de Dios la buena semilla fructificará».
Por último, la mirada del titular diocesano se centró en la Eucaristía y con ella la santa misa dominical. «La eucaristía es la principal razón de ser de nuestro sacerdocio, renovar incruentamente el sacrificio de Cristo, la fuente más abundante de riquezas sobrenaturales en este mundo. Me permito recordarnos a todos la piadosa celebración diaria de la santa misa. No nos falten en nuestras parroquias un núcleo como no le falto a Jesús. Apoyémonos en ellos y mantengamos alegre y piadosamente la misa dominical en nuestro pueblo. En Argentina es una carencia crónica. Nuestro pueblo no tiene en su gran mayoría el hábito de la celebración dominical de la misa, y se pierden un tesoro. Jesús nos enseña a reconocerlo a Él, al partir el pan. Animemos a nuestra gente a que valore y ponga la prioridad de vida en la santa misa dominical. Animemos a nuestros fieles a que comulguen y se confiesen para sanar corazones».