Homilía del Obispo Samuel Jofré Giraudo

 Tras la preciosa síntesis que la Iglesia nos ha ofrecido de la consagración y ministerio sacerdotal, conviene que sumemos nuestras propias consideraciones al gran acontecimiento que viviremos en unos minutos entre nosotros. ¿Qué ocurrirá?

  1. Cristo pasará por esta Iglesia Catedral y tomará posesión de la persona de ¿Qué hará Cristo con él? Lo unirá a sí de un modo nuevo y lo convertirá en un instrumento privilegiado para hacerse presente y actuar en medio de los hombres. ¿Qué quiere hacer Cristo por medio del sacerdote? Quiere acompañar nuestra vida en este mundo y darnos la suya para compartir con nosotros su felicidad por toda la eternidad en el cielo. Este es el gran objetivo de la encarnación de Cristo y el gran objetivo pastoral de la Iglesia.
  2. Cristo quiere liberarnos. La primera cautividad de la que Jesús nos salva es la de la oscuridad, de la ceguera o la confusión Para esto, Cristo enseñó mucho y quiere seguir haciéndolo por medio del sacerdote, también en nuestra época invadida por el relativismo que paraliza las fuerzas espirituales de la persona y la sociedad. Cristo nos da las luces ciertas de la fe. Gracias a esas luces, nosotros sabemos porqué vivimos y para qué vivimos. Sabemos que Dios nos ha dado la vida por amor para compartir con Él ese amor para siempre. Por la fe nosotros sabemos que toda persona es digna desde su concepción hasta su muerte natural, que la sexualidad es una maravilla fuerza para el amor y la complementariedad del varón y la mujer. La fe no nos da respuesta a todos los interrogantes y cuestiones que la vida en este mundo nos plantea. Pero sabemos que no estamos a oscuras, que nuestra vida tiene un sentido y orientación precisos, que nuestro pecado ensucia la bondad con la que fuimos creados, pero que la ley de Dios es ley de libertad y su misericordia vence al egoísmo. Que la mentira, la injusticia, la violencia, la traición no tienen la última palabra sino el amor, la comprensión, el perdón y la paz.
  3. ¿Cómo vence Cristo la tristeza y el egoísmo? Con su amor crucificado por nosotros, con su resurrección gloriosa y la efusión del Espíritu Santo a su Iglesia. Este amor de Dios tiene su fuente y máxima expresión en el misterio inefable de la Santa Franco hoy recibirá el poder de renovar en el altar la entrega amorosa de Jesús. Es tan grande el misterio de la Eucaristía que no acabamos de comprenderlo nunca y menos aun de aprovecharlo totalmente. Franco, se te irá toda la vida en aprender a celebrar la Santa Misa. No dejes de celebrarla diariamente, para gloria de Dios y salvación de los hombres. Muchas veces te sentirás feliz de presidir una gran asamblea, otras estarás con un pequeño grupito de fieles y en ocasiones totalmente solo. Pero no dejes nunca de celebrarla, prestándole tus manos, tu boca y tu libertad al amor de Cristo. Su eficacia es infinita, aunque ahora no veamos todos sus frutos. Celébrala diariamente por amor a Cristo y a su Iglesia. Allí está la fuente y el culmen de tu vida sacerdotal, en esa íntima unión con Cristo que se ofrece al Padre y a sus hermanos.
  4. Los hombres muchas veces no valorarán tu vida y tu ministerio. Es parte de nuestra identificación con Cristo el no ser, a veces, comprendidos ni valorados. No dejes que la amargura o el desaliento se adueñen de tu Es el momento de crecer en el amor misericordioso de Dios. La experiencia honda de nuestra propia e inmerecida salvación será estímulo para tener toda la paciencia del mundo con nuestros hermanos. Ese amor misericordioso tuyo hoy se verá enriquecido con la fuerza de la misericordia divina, que perdona los pecados de quien se arrepiente y los confiesa. Franco, junto a la celebración de la Eucaristía, la dedicación a perdonar los pecados de los fieles es lo más característico de la vida sacerdotal. Que la generosa atención del confesonario sea el modo principal que tengas de lavar los pies a tus hermanos. Allí encontrarás mucha motivación para crucificarte con Cristo y una de las fuentes genuinas de los más profundos gozos sacerdotales. ¡Cuánta paciencia y cuánta bondad necesitarás! No dejes de buscarlas acudiendo tú mismo a esa fuente de misericordia para el perdón de tus pecados. Éste será uno de los principales signos de tu fe en el sacerdocio que recibes: que no dejes de buscar la luz y el calor de Cristo en la persona del sacerdote que ahora será tu hermano, pero que con nueva fuerza sigue siendo Cristo para ti mismo.
  1. Nuestra patria vive desde hace años tiempos tristes, que en nuestros días son también Quizás te preguntes muchas veces si tu acción sacerdotal es útil para la vida social. Franco, nuestra consagración y misión sacerdotal están muy por encima de las circunstancias culturales, políticas o económicas de cada época, sean favorables o adversas. No las menosprecian, al contrario, las asumen con la fuerza del profundo amor a nuestros hermanos que Cristo quiere renovar por medio nuestro. Pero el valor de nuestro sacerdocio no consiste en la utilidad que el mundo encuentre en nuestras acciones, por grande que sea. ¡Qué precioso ejemplo de sano patriotismo sacerdotal nos ha dejado San José Gabriel Brochero! ¡Cuántos afanes por el bien espiritual, material y cultural de sus fieles! Nada de lo que les ocurría le resultaba indiferente, pero él mismo nos dice que todo lo hacía por el amor del Corazón de Jesús, que es la salvación de los hombres. Se trata de que le demos a nuestros hermanos la verdadera felicidad, la que no pasa, la que nada ni nadie nos puede quitar, que es la felicidad de sabernos queridos por Dios. Tu sacerdocio será siempre necesario, más que nunca cuando no te lo valoren. ¡Qué hondas motivaciones necesitamos para sostener esa entrega! Nadie podrá dártelas si no mantienes tu diaria conversación íntima con Jesús y la Virgen. Por el contrario, caldeado tu corazón en el fuego del Espíritu Santo, todas las dificultades te resultarán llevaderas y unirás generoso tus esfuerzos a los de toda la Iglesia mediante la obediencia pronta a las disposiciones del Santo Padre, hoy Francisco, y del obispo que la providencia te conceda. Queridos hermanos todos: nuestra querida madre, la Santa Iglesia Católica, sufre escasez de sacerdotes. Siempre hemos sido pocos para las necesidades del mundo entero. Pero hoy somos pocos para nuestras propias necesidades. Pidamos a la bondad divina que nos conceda las vocaciones sacerdotales que necesitamos. Hagámoslo particularmente con la adoración eucarística y el rezo del Santo Rosario. La Virgen, madre y consuelo de los sacerdotes, nos alcanzará este don del Corazón sacerdotal de Jesús. Pidámosle también que nos conceda la conversión pastoral, a la que el Papa Francisco nos llama, y podamos así acoger y formar adecuadamente las nuevas vocaciones que confiamos nos dará.

Que María Inmaculada, patrona de nuestra diócesis, nos otorgue la santa alegría del amor de Dios y del prójimo hasta la muerte.

+Samuel Jofré

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