Evangelio (Lc 21,1-4)
En aquel tiempo, Jesús, al levantar la vista, vio a unos ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio. Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos monedas pequeñas, y dijo:
— En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos; pues todos estos han echado como ofrenda algo de lo que les sobra, ella, en cambio, en su necesidad ha echado todo lo que tenía para su sustento.
Comentario al Evangelio
Jesús está en Jerusalén y acude de nuevo al Templo, después de haberlo purificado de los negocios que lo convertían en una cueva de ladrones (cf. Lucas 19,46). Y descubre que entre los peregrinos que acuden al Templo para depositar sus ofrendas, los ricos dan “algo de lo que les sobra”.
De ese modo, sus ofrendas no son limosnas verdaderas, ya que estas proceden de lo que les sobra, y que en el fondo no valoran. Por lo tanto, esa limosna no suponía un sacrificio, sino que era más bien un signo de ostentación.
Así se hacen también ellos ladrones, pues se apoderan de una gloria humana que no les corresponde. No practican la limosna como el Maestro había enseñado: “Cuando des limosna no lo vayas pregonando (…), que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna quede en lo oculto” (Mt, 6,2.3-4).
Sin embargo, entre aquella gente apareció una “viuda pobre”, no para pedir, que hubiese sido lo más normal, sino para echar dos pequeñas monedas, que era todo lo que tenía para su sustento.
Ciertamente, el tesoro del Templo se iba a enriquecer mucho más con las grandes cantidades de los ricos, de modo que las dos pequeñas monedas de la viuda parecían insignificantes e innecesarias. Pero esa limosna llegó a su destino, porque en una colecta, “al que tiene buena disposición se le acepta lo que tiene, sin importar lo que no tiene” (2 Co 8,12).
San Josemaría meditó esta escena evangélica y escribió: “¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? —Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des”.
En verdad, Jesús quedaría deslumbrado pues es muy poco corriente, por no decir único, que alguien dé lo poquísimo que tiene para vivir. Desde su penuria, da toda su vida. Esas dos monedas representan su escasez, la ausencia de lo necesario.
Con ese gesto, la viuda se ha hecho rica ante Dios (cf. Lc 12,21). Para el Señor, esa mujer “ha echado más que todos”. En ese sentido ha hecho como Jesús, que «siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros seáis ricos por su pobreza» (2 Co 8, 9).