Evangelio (Mc 10, 28-31)

Comenzó Pedro a decirle:

—Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

Jesús respondió:

—En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, hermanos o hermanas, madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, que no reciba en este mundo cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.


Comentario al Evangelio 

El evangelio de hoy comienza con unas palabras de Pedro a Jesús: “ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Dijo esto porque unos momentos antes el Señor les advertía sobre lo difícil que es entrar en el Reino de Dios (cf. v. 24), especialmente para los que no estaban dispuestos a renunciar a sus pertenencias para seguirlo en el camino.

Hacía ya bastante tiempo que Pedro y los otros discípulos seguían al Señor en sus distintos viajes, y habían experimentado en carne propia la alegría y los sacrificios que esto comportaba. Al escuchar las duras palabras de Jesús, el futuro pastor de la iglesia se llenó de dudas y quizá de inquietud. Él y los demás, a diferencia del señor rico, sí habían renunciado a sus cosas por seguir al Maestro.

Ante esto, Jesús lo tranquiliza y le recuerda que si bien el camino del discípulo exige estar dispuesto a cargar con la cruz de cada día, se trata en realidad de renunciar a todo aquello que no esté de acuerdo con la nueva familia a la que ahora pertenecen, compuesta por muchos más hermanos, hermanas, madres e hijos (v. 30).

Jesús invita a Pedro a pensar que el camino emprendido es enteramente positivo y que los distintos sacrificios que se nos exigen a lo largo de la vida no son arbitrarios ni tienen como objetivo la negación sin más, sino que con ellos nos preparamos para poder ser dignos miembros de la familia divina.

Hoy se nos recuerda que todos estamos llamados a esta comunión de amor. Por eso, cuando nos parezca que en nuestra vida cristiana cuentan más las renuncias que las satisfacciones, podemos recordar las promesas del Señor, y pedirle que nos ayude a caer en la cuenta de que el ciento por uno se experimenta cuando compartimos alegremente la vida con las personas que tenemos alrededor, sabiéndonos parte de esta gran familia, la familia de Dios.