Evangelio (Mt 12, 1-8)
En aquel tiempo pasaba Jesús un sábado por entre unos sembrados; sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar unas espigas y a comer. Los fariseos, al verlo, le dijeron:
Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer el sábado.
Pero él les respondió: ¿No habéis leído lo que hizo David y los que le acompañaban cuando tuvieron hambre? ¿Cómo entró en la Casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que le acompañaban, sino sólo a los sacerdotes? ¿Y no habéis leído en la Ley que, los sábados, los sacerdotes en el Templo quebrantan el descanso y no pecan? Os digo que aquí está el que es mayor que el Templo. Si hubierais entendido qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio, no habríais condenado a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado.
Comentario al Evangelio
En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a reflexionar sobre el descanso dominical. Nos enseña que no es un mero cumplimiento de normas legales sino que estas reglas están subordinadas a un precepto mayor: honrar a Dios.
Los fariseos se enfrentan a Jesús por la cuestión del sábado. Jesús, por su autoridad divina, transmite la interpretación definitiva de la Ley. Dios mandó respetar el sábado, lo instituyó y ordenó que el pueblo se abstuviera de trabajar ese día. Con el tiempo se fue complicando el precepto dado por Dios y se fue convirtiendo en un conjunto de normas rígidas: existían 39 trabajos prohibidos el sábado.
Pero Jesús nos enseña cuál es el verdadero sentido del sábado: honrar a Dios en un día dedicado al Señor que nos recuerda que nuestra vida pertenece y debe estar dirigida a Dios. Para ilustrarlo pone el ejemplo del rey David que, hambriento comió los panes de la proposición. Cuando estamos hambrientos, sedientos o somnolientos, difícilmente nuestra mente puede estar centrada en Dios.
Los cristianos, siguiendo esta misma tradición judío, trasladamos el sábado al domingo al ser el día en que se produjo el evento central de nuestra salvación: la resurrección de Cristo. El respeto del descanso dominical nos recuerda la centralidad de Cristo en nuestras vidas.
El Papa Francisco lo recordó “El domingo no es el día para borrar los demás días, sino para recordarlos, bendecirlos y hacer las paces con la vida. La vida es preciosa. No es fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa (Homilía 5-IX-2018).
San Josemaría decía “el descanso significa acopiar fuerzas, ideales, planes… cambiar de ocupación, para volver después – con nuevos bríos – al quehacer habitual” (san Josemaría, Surco 514).
Necesitamos descansar, pero para volver a centrar nuestra cabeza y corazón en lo más importante de nuestra vida: amar a Dios en nuestro día a día. Por eso, cuando Jesús reprende a los fariseos, lo hace porque su corazón se ha desviado del verdadero propósito del descanso que es honrar a Dios. Cumpliendo una serie de normas los fariseos desvían el precepto hacía sí mismos.
Tú y yo, también queremos que Dios sea el centro de nuestra vida. El domingo dirige nuestra mirada a Dios, que es quien realmente puede hacernos felices, y nos recuerda que debemos poner a Dios en el centro de los quehaceres ordinarios.