Te Deum 9 de julio de 2019
Siguiendo una tradición que se remonta al mismo año 1816, nuestras autoridades han querido tener hoy un momento de oración para agradecer a Dios el don de la patria y pedir inspiración en el esfuerzo cotidiano por el bien común.
Es muy oportuna esta iniciativa porque, además de la ayuda de Dios, la oración nos consigue fijarnos en lo verdaderamente importante, más allá de pequeñas circunstancias, así como pone nuestra voluntad por encima de mezquinos partidismos. Es la grandeza que tuvieron nuestros congresales en Tucumán y que nosotros nos volvemos a proponer hoy: trabajar por el orden social justo que afirma la paz en nuestra patria.
Surge entonces una cuestión que siempre los hombres se han planteado y nosotros no podemos eludir: ¿Qué es lo justo? ¿Cómo conocemos el derecho verdadero sin confundirlo con el aparente, ni con el reclamo del que grita más?
Para la gran mayoría de las cuestiones jurídicas y políticas cotidianas el criterio de la mayoría es suficiente. Pero nosotros sabemos por tristes experiencias en todo el mundo que a veces las mayorías pueden desconocer los derechos humanos de los individuos y de las minorías. Cuando se juega la dignidad del hombre no es suficiente una mayoría circunstancial, es necesario encontrar un fundamento más hondo del derecho.
En la historia universal casi siempre se ha buscado ese fundamento del orden jurídico en la religión. El cristianismo se diferenció y proclamó la distinción entre derecho, política y religión. Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No niega la importancia de la revelación divina en el orden moral, pero para el orden jurídico busca la verdad acudiendo a la razón y el orden natural, de origen también divino[1].
Este estrecho vínculo entre filosofía y derecho es el que ha posibilitado el descubrimiento de los derechos humanos, que están más acá y más allá de toda legislación puesta por los poderes políticos del momento. También está a la base de nuestra constitución nacional que reconoce un orden natural previo a ella, que tiene en Dios su fuente de razón y justicia.
Muchos indicadores nos señalan un oscurecimiento de la razón en la cultura actual. ¿Cómo reencontrarnos con sus luces? ¿Cómo reencontrarnos con el orden natural que pacifique la convivencia social y reconcilie el estilo de vida moderno con la naturaleza? Muchas cosas se podrían decir, pero me limito a dos.
Necesitamos una nueva generación de hombres que quieran hacer de la libertad responsable su estilo de vida personal y comunitario. Que sean capaces de sacudir el yugo de la masificación y de lo llamado “políticamente correcto”. Que sepan respetar la dignidad de su conciencia y no se dejen atemorizar por los modernos métodos de dominación de masas. Necesitamos una nueva declaración de independencia.
La dignidad de la conciencia no es un vía libre para los caprichos individuales, que dejan a la persona y a la sociedad siempre agitadas e insatisfechas. Necesitamos redescubrir el orden natural como fundamento de la libertad responsable. El moderno movimiento ecologista sale en auxilio nuestro. Aunque no siempre estemos de acuerdo con sus postulados, no se puede desconocer que es un grito de rebeldía ante una cultura irracional que no podemos dejar de escuchar. Todos los días presenciamos tiránicas presiones para que aceptemos como norma los antojos antinaturales de minorías conflictuadas consigo mismas. Hay una ecología humana, porque también el hombre tiene una naturaleza que no puede desconocer sin graves perjuicios para sí mismo y para la sociedad. Las leyes humanas sólo serán justas de verdad si respetan ese orden natural. Este es el fundamento sólido de la libertad responsable.
Sabemos que la declaración de la independencia en 1816 fue un acto de alta calidad moral y política. Pero no fue suficiente para encauzar la libertad de los argentinos que todavía tuvieron que sufrir 36 años de anarquía y guerras civiles, que sumieron al país en la pobreza y la muerte. Están por cumplirse 36 años de vida democrática en nuestra patria y tenemos consolidado alrededor de un tercio de la población que vive en la pobreza, no tiene vivienda ni trabajo formal y la inseguridad nos atemoriza a diario, quitándonos la libertad por la que se jugaron nuestros próceres. El criterio de la mayoría circunstancial no ha sido suficiente para darnos el orden social justo y pacífico que anhelamos. Estamos en un momento propicio para que los argentinos nos reencontremos y recuperemos la amistad social perdida. Sólo así podremos buscar responsablemente el bien común por encima de pequeños intereses individuales y sectoriales.
Libertad e independencia implican responsabilidad. No es fácil, pero es posible. Así como nuestros congresales de Tucumán tuvieron el coraje de declarar la independencia, tengamos nosotros el coraje de dejar atrás los rencores y revanchismos mezquinos para unirnos fraternalmente en búsqueda del bien de la patria y la felicidad de los argentinos.
Que la Virgen María, a quien nuestros próceres Belgrano y San Martín honraron públicamente, nos ayude en este camino.
+Samuel Jofré
Obispo de Villa María
[1] Benedicto XVI, Discurso al parlamento alemán, 22-IX-2011