Evangelio (Mt 25, 1-13)

Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas. Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: «¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro!» Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las necias les dijeron a las prudentes: «Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan». Pero las prudentes les respondieron: «Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras». Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: «¡Señor, señor, ábrenos!» Pero él les respondió: «En verdad os digo que no os conozco». Por eso: velad, porque no sabéis el día ni la hora.


Comentario al Evangelio

La Iglesia celebra hoy la memoria de santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y nos propone, para contemplar su vida, la parábola de las vírgenes que esperan velando al esposo.

Estas mujeres estaban encargadas de acoger y acompañar al novio en la ceremonia de boda. El Señor propone, pues, esta historia para recordar que debemos estar preparados para el encuentro con Él. Una preparación que exige ciertamente resistir el sueño, pero sobre todo estar listos y con la lámpara encendida cuando se presente el momento.

Muchos santos han visto en la imagen de la lámpara la luz de la fe que logra brillar gracias al aceite de la caridad. Edith Stein mostró con su vida la verdad de la parábola. Desde su acercamiento a la fe católica a la edad de 30 años, pasando por su ingreso al Carmelo -donde cambiará su nombre por el de Teresa, en honor a la santa fundadora española-, hasta su muerte heroica en el campo de concentración de Auschwitz, se esforzó continuamente por amar y mostrar su fe en Jesús.

Entendió desde el inicio que velar junto al Esposo significa estar dispuesta a abrazar la cruz y será este de hecho el fondo de su libro más célebre “La ciencia de la Cruz” escrito meses antes de morir.

Cuenta un sobreviviente que conoció a Teresa en sus últimos días, que la santa supo mantener encendida la lámpara hasta el final: “Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande”.

Hoy la Iglesia celebra la fiesta del encuentro de Teresa con su amado Esposo, a quien esperó y acompañó pacientemente, sabiendo conservar el aceite de la caridad, velando hasta el final.