Quiero agradecer a mi Obispo Samuel que, sabiendo de mi particular afecto por Mons. Roberto Rodriguez, me invitara y me permitiera en esta Eucaristía, que ofrecemos por su eterno descanso, compartir con ustedes la reflexión en torno a la Palabra de Dios que hemos proclamado. Y hacerlo en esta Catedral Santuario de nuestra Patrona la Inmaculada Concepción, un Domingo, donde tantas veces el presidiera la Santa Misa durante los ocho años que fuera Obispo en nuestra querida diócesis, fortalece nuestra fe pascual, abriga la esperanza del reencuentro eterno y consuela en la tristeza de la despedida.

En la primera lectura hemos escuchado al Señor que le dice al profeta Ezequiel:

“Yo te envío a tu pueblo y sea que te escuchen o se nieguen a hacerlo sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.

Y el evangelio destaca que “Jesús se dirigió a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga”.

Caminar en medio del Pueblo, caminar con el Pueblo, caminar para el Pueblo, caminar dejándose tocar por el pueblo para anunciar el Evangelio es la misión de todo cristiano, es la misión de los pastores. Ay de los pastores que no caminan, Ay de los pastores que se apoltronan o que se vuelven intocables. Ay de una Iglesia encerrada en sí misma e intocable. Traicionaría su ser, no tendría razón para existir.

El Papa Francisco caracteriza el llamado a estar en “medio de ellos”, como el Profeta Ezequiel, o a dirigirse a su Pueblo, como Jesús, diciendo que tenemos que ser “pastores con olor a oveja” y “callejeros en las periferias existenciales”. Benedicto XVI hablaba de “los desiertos existenciales”

El Obispo Rodriguez fue un pastor que estuvo en medio de su pueblo, con su pueblo y para su pueblo. Intentó comprender, y lo hizo como pocos, la cultura contemporánea, leer los signos de los tiempos para poner en dialogo al Evangelio con los nuevos desafíos que plantean los hombres y mujeres de nuestra compleja época. Para no terminar hablándole a un mundo que no existe con un lenguaje que no entiende. Nunca fue un intocable, siempre cercano, nunca condenando, siempre tendiendo una mano para rescatar, para integrar. Siempre dirigiéndose a su pueblo. Fue un “gran callejero en las periferias”. Nunca se escondió. Fue un hombre de fronteras. Más del afuera que del adentro de la Iglesia. De él aprendí que la verdad dicha sin bondad es violencia, es una piedra que se tira y destruye proyectos de vida.

Monseñor Rodríguez fue un Pastor con olor a oveja, es decir con olor a todos, con olor a estudiante, a joven, a universitario, a docente, a adicto, a mendigo, a pobre, a trabajador, a los sin techo, a intelectual, a profesional, a empresario, a político, a familia, a laicos, a movimientos eclesiales, a ecumenismo, a seminarista, a sacerdotes. Tejiendo artesanalmente vínculos, como lo hiciera con el padre Hugo Salvatto. Para  anunciarles a Jesucristo, el redentor del hombre, el caminante herido y salvador.

Una anécdota pinta de cuerpo entero esta percepción de muchos para con Mons. Rodriguez: un mecánico (que no era de ir a Misa), a quien en ese momento yo no conocía mucho, con ocasión de llevarle el auto a arreglar y ya estando la noticia, del  traslado de Rodríguez a la diócesis de la Rioja, me dice: “Estoy enojado con el Papa, la vez que hay un obispo como nosotros, un Obispo como la gente, lo trasladan, no pegamos una en esta ciudad”. Este mecánico pudo “ver” en Mons a “un profeta en medio de su pueblo”, como Ezequiel, como Jesucristo.

Que nuestra oración por el eterno descanso del Obispo Roberto, nos ayude a encarnar, como Iglesia diocesana el estar en medio de nuestro Pueblo y el dirigirnos perseverantemente a él para proclamar con fidelidad servicial el gozo del evangelio, sobre todo en este tiempo de camino sinodal hacia nuestra asamblea y hacia el sínodo que para el 2023 convocó el Papa Francisco sobre la comunión, la participación y la misión en la vida de la Iglesia.

Que María, la inmaculada concepción, lo acoja, le susurre con la ternura de su voz de madre, a su corazón:“aquí estoy Roberto, aquí estoy querido hijo, te presento ante mi Hijo Jesucristo el Señor, el Pastor de los pastores, para que compartas con El, con tus padres , con todos aquellos que te precedieron y a los que has servido en la dramática y bella fugacidad de la existencia, el Banquete celestial”. Amén

Pbro. Alberto A Bustamante

VICARIO GENERAL