UNA NECESIDAD VITAL

Hay un sentimiento interior que todos de alguna manera experimentamos: la Pandemia se hace larga. Lo saben especialmente los esenciales que están en la primera línea, cuidando la fragilidad de nuestro pueblo, entre ellos el personal de salud y tantos otros servidores de la comunidad como, por ejemplo, las mujeres que llevan adelante los comedores comunitarios.

¿Qué ayuda a mantener encendida la esperanza en este tiempo tan dramático que vivimos? Con claridad lo decimos: La dimensión trascendente y religiosa de la vida. Así lo expresa y tiene necesidad de hacerlo nuestro pueblo. Ella constituye el horizonte de muchos argentinos y los llena de fortaleza, consuelo y esperanza. Aún para muchos que habitualmente no participaban de celebraciones y encuentros religiosos, la enfermedad y la muerte cercana de algún ser querido, así como la angustia y la desesperanza, se revelan como momentos difíciles que la fe ayuda a afrontar con mayor fortaleza. Entonces, la mejor política arraigada en el pueblo, es también la que reconoce la importancia de la espiritualidad en la vida de los pueblos.

Con el Papa Francisco afirmamos: “Para la Iglesia es imposible separar la promoción de la justicia social del reconocimiento de los valores y la cultura del pueblo, incluyendo los valores espirituales que son fuente de su sentido de dignidad. En las comunidades cristianas, estos valores nacen del encuentro con Jesucristo, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia, para ser rostro y presencia de Dios, para ser “Dios con nosotros”.”[1]

Desde el 20 de marzo de 2020, como Iglesia entendimos y acompañamos las disposiciones sobre el cuidado de la vida y de la salud de todos. Pero también constatamos que nuestro pueblo, ante esta terrible incertidumbre, necesita vivir la dimensión comunitaria de la fe en estos momentos significativos de su vida. Así, poder dar cristiana sepultura a los seres queridos, como tener los espacios de oración y celebración de fe, nos fortalece en medio de la crisis en estos tiempos de soledad y aislamiento, de duelo y angustia por lo incierto del futuro. Por eso necesitamos rezar, acudir a algunos de los santuarios donde alguna vez hemos experimentado con fuerza la ayuda de Dios o pedir la contención espiritual del ministro religioso. En estos casos, contemplamos con gratitud cómo la vocación sacerdotal y religiosa, no presentan reparos a la hora de estar con el que sufre.

A los fines de cumplir con lo dispuesto en este tiempo de pandemia, la Iglesia ha adoptado todas las normas que eviten la difusión del COVID. En nuestras comunidades, vimos cómo se han ido perfeccionado los protocolos, los cuidados y sobre todo el sentido de responsabilidad social de ministros.

Creemos que el respeto de esta sensibilidad religiosa no puede quedar librado a respuestas arbitrarias de las autoridades o a decisiones fundadas en la opinión personal de un funcionario. Por eso, a partir de la experiencia satisfactoria de tantos barrios, ciudades y provincias, solicitamos a las autoridades se adopten aquellas normas razonables que posibiliten la realización de celebraciones durante estos tiempos de bajas temperaturas, dentro de los templos, con la previsión de aforos en la proporción adecuada a sus espacios físicos.

En un dialogo abierto y eficaz, creemos posible se adopten aquellas medidas que garanticen estas celebraciones, asumiendo los ciudadanos y las autoridades religiosas, el pleno cumplimiento de las disposiciones en materia de distanciamiento y aquellas otras medidas sanitarias que se vienen llevando adelante en este tiempo.

Encomendamos al Señor y a la Virgen la salud del pueblo argentino.

 

Buenos Aires, 1 de junio de 2021

 

 

Mons. Oscar V. Ojea, Obispo de San Isidro, Presidente

Cardenal Mario Aurelio Poli, Arzobispo de Buenos Aires, Vicepresidente 1º

Mons. Marcelo Colombo, Arzobispo de Mendoza, Vicepresidente 2º

Mons. Carlos H. Malfa, Obispo de Chascomús, Secretario General